Las ermitas y capillas de Almuñécar guardan siglos de historia, fe popular y tradición local. Más que simples construcciones religiosas, estos pequeños templos forman parte del alma patrimonial de la ciudad, conectando el presente con antiguas devociones, festividades y paisajes que merecen ser redescubiertos.
Capilla de Ntra. Sra. Virgen del Carmen
Esta antigua vivienda de tres plantas, construida en 1960 con su clásica forma rectangular de ladrillo y hormigón, ha vivido una transformación peculiar con los años. Lo que comenzó como hogar familiar terminó convertido en un espacio multifuncional que mezcla lo religioso con lo comunitario.
La planta baja alberga ahora la Capilla de Nuestra Señora del Carmen, mientras que los pisos superiores -que en su día acogieron a monjas- hoy combinan el bullicio de una guardería infantil con la tranquilidad de las estancias para religiosos de paso. Esta curiosa convivencia de usos le da al edificio un carácter especial.
Al observarla desde fuera, la fachada todavía conserva ese aire residencial que la caracterizó durante décadas. Los detalles arquitectónicos revelan su historia: la puerta principal de hierro marrón con su arco acristalado y la inscripción del nombre de la capilla conviven con elementos originales como las ventanas de medio arco protegidas por rejas tradicionales. La ausencia de campanario sigue siendo una peculiaridad que muchos notan al visitarla por primera vez.
Dentro, la capilla sorprende por su ambiente íntimo y acogedor. El suelo de terrazo y las paredes amarillas con su característico gotelé crean una atmósfera cálida que contrasta con la blancura del área del altar. Allí, sobre un pequeño escalón, descansa la mesa sostenida por soportes de ladrillo, flanqueada por el crucifijo central y el sagrario empotrado. Los detalles como el confesionario de madera o las molduras que enmarcan el techo añaden ese toque sacro sin perder por completo la esencia doméstica del espacio.
Para los vecinos del barrio, este lugar representa mucho más que un simple edificio adaptado. Recuerdan perfectamente los tiempos en que debían desplazarse hasta el centro de Almuñécar para asistir a misa, y cómo la transformación de esta antigua casa les devolvió un pedazo de vida comunitaria. Hoy no solo es el lugar donde veneran a su Virgen del Carmen -cuya imagen grande sustituyó a la original más pequeña que terminó en Melilla-, sino también el punto de encuentro donde celebran misas semanales y diversos sacramentos.
Lo más interesante quizá sea cómo la estructura original, con sus muros de ladrillo y pilares de hormigón, ha sabido adaptarse a estos nuevos usos sin perder del todo su esencia. Desde la terraza techada de la última planta hasta los azulejos marrones tras el altar, cada elemento arquitectónico cuenta una parte de esta singular historia de transformación, donde lo religioso y lo cotidiano conviven en perfecto equilibrio.
Ermita de San José y Santa Rita
Francisco Prieto Moreno, arquitecto Conservador de la Alhambra, junto a su esposa Laura Ramírez, decoradora, y el sacerdote y poeta Alfredo Rubio de Castarlenas, los tres humanistas y personas de bien, compartieron la convicción de que la belleza es un valor y un lenguaje universal que armoniza a las personas y facilita el encuentro y el diálogo entre ellas, siempre diversas en sus estilos, preferencias y culturas.
Ante el reto que supuso el fenómeno turístico en España en la década de los años sesenta del siglo XX, promovieron espacios de reflexión compartida para comprender mejor esa realidad naciente y crearon espacios que permitieran la acogida y el encuentro enriquecedor entre los residentes y los extranjeros que llegaban.
La Ermita de San José y Santa Rita fue el resultado de ese sueño, guiado por Francisco Prieto Moreno. Fue ubicada entre dos bahías, La Herradura a occidente y Almuñécar a oriente, y contó con la colaboración de escultores, artesanos y trabajadores de la construcción que dedicaron su tiempo libre a esta realización.
Finalmente, tras varios años de trabajos la ermita fue inaugurada en el año 1975 con la presencia del arzobispo de Granada, Emilio Benavent Escuin.
La Fundación Prieto Moreno La Ermita, actual responsable de la gestión de ese espacio, se inspira en la voluntad de sus fundadores para:
- Promover espacios de soledad y silencio que favorezcan el sosiego y la creatividad de las personas.
- Organizar eventos culturales en tiempo de ocio: veladas musicales, coloquios y exposiciones.
- Ofrecer la celebración de Eucaristias para los residentes de la zona en los meses de verano, y fiesta de Navidad y Semana Santa.