Sexi: la ciudad romana del sur

Vestigios únicos de acueductos, salazones, templos y tumbas narran el esplendor de la antigua Almuñécar bajo Roma.

Durante siglos, Almuñécar ha sido un cruce de civilizaciones. Su historia romana, vibrante y tangible, se revela hoy en ruinas, objetos y paisajes que conectan el presente con un pasado glorioso a orillas del Mediterráneo.

La llegada de los romanos a la Península Ibérica, en el contexto de la Segunda Guerra Púnica (218 a.C.), supuso el inicio de una profunda transformación. Mientras las comunidades del interior resistían, las ciudades costeras como la antigua Sexi —nombre prerromano de Almuñécar— se adaptaban rápidamente gracias a su tradición de comercio y contacto con otras culturas como fenicios, griegos y cartagineses.

Sexi Firmum Iulium: de ciudad púnica a municipio romano

Ya en el siglo III a.C., la Almuñécar púnica acuñaba su propia moneda. Su prosperidad no menguó con Roma: en el año 49 a.C. recibió el estatus de municipio romano, bajo el nombre de Firmum Iulium Sexi, lo que consolidó su integración en el Imperio y le otorgó privilegios administrativos y jurídicos.

La economía local continuó basada en la industria del salazón de pescado y en la producción del apreciado garum, una salsa hecha con vísceras fermentadas que fue uno de los condimentos más valorados de la época. Desde el puerto de Almuñécar, ánforas repletas de esta mezcla partían hacia todos los rincones del Imperio.

El acueducto romano: una obra que aún da vida

Construido en los siglos I y II d.C., el acueducto romano de Almuñécar se extiende a lo largo de más de 7 kilómetros. Este sistema hidráulico conducía el agua desde el río Verde hacia las zonas urbanas e industriales, incluyendo las factorías de salazón.

Su tramo más impresionante es el de Torrecuevas, con 130 metros de longitud y 19 arcos que se elevan sobre un frondoso valle de aguacates y chirimoyos. Otros segmentos, como los tramos I, II y III y el situado en la Carrera de la Concepción, completan una red única que recuerda al célebre acueducto de Baelo Claudia. Algunos de estos tramos siguen en uso para regadío, lo que lo convierte en un legado vivo.

Factoría de salazones de El Majuelo: el corazón económico de la ciudad

Bajo el actual Parque Botánico El Majuelo se encuentran los restos de la antigua factoría de salazones romana, de origen púnico y en funcionamiento desde al menos el siglo V a.C. Esta instalación alcanzó su apogeo durante los siglos I y II d.C., coincidiendo con el momento de mayor esplendor de la ciudad romana. Aún pueden verse las piletas de piedra utilizadas para fermentar el pescado, y bajo sus cimientos se hallaron vestigios de un antiguo templo romano y del primer asentamiento fenicio, datado en el siglo VIII a.C.

La Cueva de Siete Palacios: historia y museo en una sola bóveda

Declarada Bien de Interés Cultural, la Cueva de Siete Palacios es otra joya romana. Situada en el Cerro de San Miguel, esta peculiar construcción —una gran bóveda longitudinal con siete naves transversales— es hoy la sede del Museo Arqueológico Municipal.

Entre sus tesoros destacan:

  • El vaso cinerario del faraón Apofis I, con el texto escrito más antiguo conservado en la Península Ibérica.
  • Un león fenicio del siglo VII a.C. procedente de la necrópolis de Puente de Noy.
  • Fragmentos de la diosa Minerva, hallados en El Majuelo.
  • Ánforas, monedas, piezas cerámicas, alabastros egipcios y restos submarinos que narran la historia multicultural de la ciudad.

Columbarios romanos: la memoria tallada en piedra

En las afueras de Almuñécar se conservan dos importantes columbarios romanos: el de La Albina, en una loma sobre el río Verde, y el de La Torre del Monje, en la carretera hacia Jete. Ambos fueron construidos en el siglo I d.C., cuando Almuñécar ya era municipio romano, y contienen nichos funerarios donde se depositaban las urnas con las cenizas de los difuntos.

Del esplendor romano al legado multicultural

La decadencia de Roma llegó en el siglo V. Tras la caída del Imperio, Almuñécar pasó por manos visigodas y, tras el desembarco musulmán en 711, inició una nueva etapa bajo el Islam. Sin embargo, el legado romano sigue vivo en su topografía, en sus nombres, en su sistema de regadío y, sobre todo, en sus piedras.